El veterano escritor, autor el pasado año de “Alzheimer. Dios no Existe”, nos presenta su nueva obra titulada “Florecer entre escombros” donde nos relata sus vivencias y aventuras de niño en la época de la posguerra española
Luis Martín Ruiz (Málaga, 83 años) vuelve a la carga con una nueva publicación que en esta ocasión vuelve a tirar de sus propias vivencias, aunque esta vez de su etapa de la infancia, en un barrio de La Victoria en Málaga donde ya sea junto a su madre o junto a su pandilla de amigos vivió un sinfín de aventuras y desventuras, aunque también momentos complicados en una época, la de la posguerra española, donde las cosas no eran fáciles para las familias más humildes.
Martín es un escritor “por gusto” como él mismo se define, que disfruta de escribir y de llevar al papel sus historias, sus vivencias, que han sido muchas y muy variadas. En sus anteriores escritos nos habló de su época como militar, de su relación con la enfermedad del Alzheimer, que sufre su mujer, y también ha publicado varios libros sobre kárate, ya que es maestro 10º Dan de esta disciplina con la que se ha ganado la vida impartiendo clases durante muchos años.
Con “Florecer entre Escombros” nos ofrece una visión desde el punto de vista del niño que fue y que vivió en la ciudad de Málaga, algo que le marcó en su carácter convirtiéndole en un rebelde “contra la sociedad, contra todo”. Luis cuenta su vida, la que transcurre desde los 3 a los 12 años, desde su primer regalo de Reyes Magos a los seis años, que fue un tebeo, pasando por el hambre que pasó por negarse a ir a pedir un bocadillo a la tienda de barrio y dejarlo “fiado” para que su madre lo pagara a fin de mes, hasta los golpes que recibió en la cabeza por pelear con otras pandillas tirando piedras.
“Es un libro ameno donde yo no me enrollo, solo voy contando aventuras.”, explicó el autor.
Ya son varios libros los que ha escrito, ¿Qué nos vamos encontrar en ‘Florecer entre Escombros’?
En este libro yo relato las vivencias de una parte de mi vida, de los 3 a los 12 años aproximadamente, que es una etapa que recuerdo perfectamente, más que el resto de mi vida.
Si me preguntan qué hacía cuando tenía 35-40 años responderé que no lo recuerdo, pero de mi infancia recuerdo toto o casi todo, se me ha quedado perfectamente grabado en la mente.
“Florecer entre Escombros” es una autobiografía, aunque solo de una pequeña parte de mi vida, que ya queda lejos a mis 83 años (risas).
Quizás sea porque fueron los años más felices de mi vida, lo cual es curioso porque lo fueron a pesar del hambre. Mi padre nos abandonó, a mí y a mi madre, cuando tenía dos años, desapareció. Y mi madre se tuvo que tirar a la calle a trabajar para sacarnos adelante. Ella era una persona que no tenía mucha cultura y lo que podía hacer fue fregar, tirarse al suelo de rodillas y fregar tabernas o limpiar la casa del señorito de turno.
Y yo, pues me crié en la calle, porque desde que salía del colegio y hasta que mi madre llegaba a las 10 de la noche, yo estaba solo y mi vida era estar con los chicos de mi barrio, el de la Victoria, en la falda del monte Gibralfaro.
Sé que mi madre sufrió mucho, porque mi madre venía muy tarde de trabajar, reventadita, y quizás, no había ganado ni dinero, le habían dado comida que había sobrado de la casa donde había estado trabajando, y traía la cena. Pero yo rememoro la convivencia con los amigos, un mundillo quizás más de mente de niño, por eso digo que yo lo recuerdo siendo feliz a pesar de todo.
¿Es una novela con algo de ficción o son pequeños relatos totalmente basados en sus vivencias?
Todo en el libro es real, nombres, calles, números y personajes. No hablo mal de nadie ahí, esos son mis recuerdos, por lo que no hay que esconder nada, es historia, la mía.
Yo tenía en la pandillita de mi barrio, cuando tenía 7 años y me juntaba con los de 14 y con los de 15 me decían “¡Luisillo, vente!”. Siendo tan chiquitillo, quizás era el líder de toda aquella pandilla de mi calle.
La calle donde yo tenía mi casa terminaba en el campo, la calle Amargura en Málaga. En el barrio de La Victoria, el cual todo el mundo lo conoce, los más antiguos sobre todo, como el barrio de ‘Chupa y Tira’, porque se comían muchas almejas, que por lo visto era lo único que había para comer, y se tiraban las cáscaras.
Es un libro que está lleno de aventuras porque narro la gran diferencia entre la juventud de esa época o aquella niñez comparada con la de hoy. Allí había una amistad distinta a la de ahora, es muy difícil ver por la calle ahora una pandillita de niños, y si lo haces van todos con móviles en la mano, sin hablar entre ellos, es muy diferente.
Cuando escribía este libro, cargado de recuerdos, ¿quién es la persona que más ha recordado?
Pues hablo de mi madre, pero, pero no me vuelco ni me centro mucho en ella. El personaje central de este libro, para mi, es el barrio en general, el cómo se vivía en el barrio de La Victoria.
Mi barrio no era muy distinto a otros barrios de Málaga como el Perché o Huelin, lo que pasa es que mi barrio está en el centro, pues tú coges la iglesia de La Victoria, tiras para abajo y está la Plaza de la Merced o está la Alcazaba, está a menos de 10 minutos, pero tenía la particularidad de que. si tiras para detrás de la iglesia, ahí está el monte ya y ahí es donde nos movíamos y teníamos nuestras correrías.
No ha debido ser fácil recordar esa etapa tan dura, ¿De donde surge la idea de hacer este libro?
No hubo nada concreto ni especial que me hiciese hacer este libro. Quizás es solo porque me gusta escribir y tenía esa añoranza que me hizo ponerme a recordar aquellos tiempos y momentos.
Yo lo pasé muy mal también, recuerdo que mi madre me metió en un colegio de monjas cuando tenía cuatro o cinco años, pero me sacó a los tres o cuatro días porque ella decía que no podía vivir sin mí. Son muchas historias que están plasmadas en estas páginas que si empiezo no acabo (risas).
Si puedo decir que he disfrutado escribiendo este libro donde describo aventuras y también momentos mas amargos donde lo pasó muy mal, pero que ahora recuerdo y me río.
Una de las anécdotas que cuenta es cuando mi madre me apunta a la escuela, a parroquiales, las escuelas que había que en la iglesia, pero como me iba muy mal pues me lleva a una escuela particular, a la escuela de Don Pedro al que, como mi madre no tenía para pagarle llegó a un acuerdo para que le limpiase parte de la escuela. Como yo era tan rebelde pues me terminaba dando leña en las manos con la regla y yo, con apenas 6 años y no conforme con tener las manos reventadas, cuando terminaba la clase y salía a la calle le cantaba al maestro una cancioncilla que le daba mucho coraje. Cosas de niños, pues al día siguiente tenía que ir al colegio de nuevo, así que pillé de mi madre por un lado y del maestro por el otro.
Para ilustrar el libro, ¿ha contado con alguna colaboración o ha sido todo cosecha propia?
El libro está ilustrado con algunas fotos que son mías, donde he cogido fotos antiguas y fotos modernas para poder hacer la comparativa del entonces y el ahora.
Por otro lado, hay ilustraciones que algunas son mías propias, las más bastas, y otras son gracias a la colaboración de Fernando Ruiz. Yo sabía que él le daba al dibujo, porque él me había hecho ya algunos de poses de karate, y le dije que si quería ayudarme con esto. Son dibujos hechos a lápiz o plumilla expresamente para el libro, donde yo le expliqué lo que quería y él lo dibujó en 12-13 láminas que están incluidas en el libro, aunque en un formato más reducido obviamente.
Por ejemplo, hay un dibujo de cuando nosotros hacíamos guerritas de flechas, que estábamos locos porque las flechas eran varillas de sombrillas, que en una ocasión, a mi amigo Manolito, se le clavó en la cabeza. Era el hijo de un guardia civil, así que imagina la que lio cuando apareció el niño con la flecha, con la varilla de la sombrilla, colgando de la cabeza y llorando. Hay otra ilustración donde una monja me tuvo que curar una de mis manos porque se me cayó encima un poste de la luz, de los antiguos de madera, o de cuando tuve un perro blanco.
¿Cómo es el trabajo que hay detrás un libro así, donde se tiene que tirar de memoria y de situaciones vividas de niño?
He contactado con mi amigo de la infancia, de mi pandilla de entonces, Antonio Téllez que lo pude localizar a través de la guía telefónica llamando a todos los Antonio Téllez de Málaga, que son unos cuantos.
Me reuní con él para hablar de aquellos tiempos, por si no me acordaba bien de algunas cosas o de detalles que tuviese que aclarar sobre cosas que pensaba y que quizás no eran como yo las recordaba.
Cuando le localicé me fui a Málaga, estuvimos desayunando y me fui a ver a otro de nuestros amigos de entonces, Pepe Montoro “El Cabeza”, y nos hicimos una foto los tres juntos que puede verse también en el libro, de eso hace seis o siete años, el tiempo que llevo haciendo este libro, porque saqué en su día una versión más pequeñita y ahora ha salido la definitiva con todo mejor desarrollado.
Antonio y “El Cabeza”, que tienen un año más que yo, me aclararon algunas cosas y pudimos recordar juntos esa época.
¿Cómo describiría la época de posguerra y cómo ha marcado su carácter hasta ser el hombre de hoy en día?
Le he puesto como título al libro “Florecer entre Escombros” porque considero que, en una época en la que España estaba hecha una porquería después de una guerra, te quedas ahí donde no hay nada, no hay una casa en pie. Aquí en Málaga no pasaba tanto lo de la destrucción de casa por la guerra pero el hambre si se hizo sentir.
Respecto a mi caracter, a lo mejor fue porque mi madre era muy buena y siempre quiso que yo estudiara, incluso me terminaron queriendo meter en el seminario, en el libro hablo de que yo tengo dos años de teología. Quisieron que yo estudiara para cura, pues decían en la catequesis “este niño es muy inteligente”.Pero no hubo forma, aunque hablaron con mi madre y todo, que la pobre estaba encantada pues pensaba que allí por lo menos iba a comer, estudiar y todo.
He tenido una vida aventurera. El hecho de haber nacido pobre me hizo ser un rebelde, contra la sociedad y contra todo.
¿Cuál es la diferencia entre la juventud de hoy y la que vivió todo aquello tras una guerra?
La tecnología ha hecho que los niños de hoy estén muy avanzados en informática y demás, pero no sé si serían capaces de hacer, como hacíamos nosotros, nuestros propios juguetes. Jugar con un palo y una piedra no es fácil, necesita de imaginación y de amigos que te acompañen, creo que eso en general se ha perdido.
Nosotros montábamos un carro con los cuatro trastos que podíamos conseguir para tirarnos por ahí, por alguna cuesta. Es diferente, totalmente diferente.
Quizás a la juventud de hoy no les interesan mis vivencias, pero a lo mejor tienen esa curiosidad por saber cómo nos las apañábamos antaño. Lo que si estoy seguro es que le interesa a la gente mayor que ha vivido eso también.
Si un adolescente lee este libro, ¿qué se va a encontrar? ¿Le recomendaría que lo leyese?
Igual que a lo mejor le gusta, no sé, quizás es más fácil leer libros de ciencia ficción o ver películas de otros género. Pero si a alguno le gusta la lectura, pues le gustará leerlo y comprender como vivía esta gente que ya se va a 4 o 5 generaciones atrás.
Yo lo recomendaría para gente de más edad, porque se van a reconocer y van a recordar como ellos también jugaban a lo mismo, corrían y se movían igual. Eso, quizás para gente joven es más complicado que les suceda aunque pueden probar a leerlo quizás como curiosidad, no les va a aburrir, eso seguro.
Ya por último, ¿dónde podemos encontrar el libro?
Pues ya publicado y se puede encontrar casi en cualquier librería de Antequera y sino siempre se puede pedir a través de internet, de Amazon. Yo normalmente les llevo ejemplares, porque son amigos míos, a Alfil,be en calle Calzada, y a Papelería París de Plaza Fernández Viagas.
Yo pierdo dinero siempre con los libros, ahí yo lo llevo claro, pero sigo publicando por la satisfacción de hacerlo y de leerlo yo otra vez, los releo, porque en el caso de este libro en concreto es que me río de las aventuras a montones.